lunes, 15 de marzo de 2010

NEZAHUALCÓYOTL: SACERDOTE Y REY DE ACOLHUACAN (ANAHUAC)

PRESENTACIÓN

Nezahualcóyotl (“Coyote hambriento”), cuyo nombre de nacimiento fue Acolmiztli, (“Puma fuerte”), era miembro de la nación Acolhua (que significa en náhuatl: “los que tienen antepasados [procedentes] del agua”): es probable que este patronímico evoque el remoto origen atlanteano de este linaje, seguramente sacerdotal, el cual, al paso de los siglos, se transformó en un “pueblo”: los Acolhua. Éstos ocupaban la región central del Anáhuac (actual México), razón por la cual esta región se llamó Acolhuacan, la que tenía como principal centro urbano (huey altepetl): Texcoco (Tezcoco, Tetzcoco, Tetzcohco) (1).

Es de notar que Texcoco contaba, en 1519, es decir justo en el momento de la invasión española conducida por Hernán Cortés (un notorio agente de la contratradición), cerca de 500,000 habitantes. Ésta urbe constituyó, a partir de 1428, una alianza federativa con las urbes de México-Tenochtitlán y Tlacopan: la Triple Alianza (2). Los habitantes de estas tres urbes y de sus territorios se consideraban como descendientes de los Toltecas y por lo tanto herederos y continuadores de su forma tradicional (3).

Nezahualcóyotl nació en Texcoco en 1402, en el seno de la alta aristocracia chichimeca y nahua. Su época estuvo signada por la subversión de la nobleza contra la autoridad espiritual, situación que lo envolvió desde su tierna infancia (4). A partir de 1431, a la edad de 31 años, hasta su muerte (5), en 1472, ejerció la función de chichimecatlahtohqueh, “señor de los Chichimecas”, de su ciudad natal y en consecuencia reinó en Acolhuacan. En calidad de tal integró el naciente Consejo de tlahtoānis (Tlatocan) de la Triple Alianza del Anáhuac.

Es preciso señalar que a la par de estas funciones relacionadas con el poder temporal, Nezahualcóyotl era, como afirman unánimemente las crónicas indígenas, un “sabio en las cosas divinas”, astrólogo y un eximio arquitecto pero, por sobre todo un vate, un poeta sagrado (cuicapique): alguien capaz de acceder conscientemente a los estados superiores del ser y en consecuencia capaz de transmitir, a la humanidad ordinaria, al ritmo musical del tambor y de cantos rituales, los influjos espirituales y enseñanzas sagradas (6).

Nezahualcóyotl, como veremos mas adelante, fue jefe de la jerarquía iniciática de su respectiva forma tradicional particular (7), en consecuencia un cualificado “mediador” o “puente” entre el Cielo y la Tierra. Nezahualcóyotl no era un déspota ilustrado, como usualmente lo presentan la mayor parte de modernistas, ejercía más bien una incomprendida doble función tradicional: Rey-Sacerdote. Como está plenamente demostrada su fructuosa función real (poder temporal) a favor de los pueblos del Anáhuac, entonces no entraremos en mayores explicaciones sobre el punto; en cambio, insistiremos más sobre su estado espiritual y su alta investidura sacerdotal o pontifical (autoridad espiritual) (8).

A propósito de esto, conviene precisar que « la función del sacerdocio no es precisamente la que las concepciones occidentales, hoy día sobre todo, atribuyen al “clero” o a los “curas”, o que al menos, si puede ser eso en una cierta medida y en algunos casos, también puede ser otra cosa completamente diferente. En efecto, lo que posee propiamente el carácter “sagrado” es la doctrina tradicional y lo que se refiere a ella directamente, y esta doctrina no toma siempre necesariamente la forma religiosa (9); “sagrado” y “religioso” no equivalen pues en modo alguno, y el primero de estos dos términos es mucho más extenso que el segundo; si la religión forma parte del dominio “sagrado”, éste comprende elementos y modalidades que no tienen absolutamente nada de religioso; y el sacerdocio, como su nombre indica, se refiere, sin ninguna restricción, a todo lo que puede decirse verdaderamente “sagrado” » (10). En tal sentido, encontramos que existe equivalente de esta función pontifical en el seno de las civilizaciones tradicionales de Oriente y Occidente, pues se trata de una función de “mediación” o de “puente” entre el Cielo y la Tierra, y la plenitud de tal función ha recibido el nombre simbólico de “pontífice”, ya que, como dice St. Bernardo, « el Pontífice, así como indica la etimología de su nombre, es una suerte de puente entre Dios y el hombre » (11).

Al respecto de estas afirmaciones, la mayor parte de eurodescendientes hispánicos y sus productos putativos occidentalizados exigen “pruebas documentales”: toda persona mínimamente informada sabe que respecto al dominio iniciático y esotérico no existe ni jamás existirá “pruebas escritas” que certifiquen un estado suprahumano ni mucho menos una función iniciática. Sin embargo, existen sobre este estado y función innegables indicios en las crónicas del siglo XVI, del mismo modo contamos actualmente con los testimonios de cualificados representantes de la tradición nahua sobre la excelsa jerarquía iniciática y función sacerdotal-real de Nezahualcóyotl.

Sin ser exhaustivos tocante a estos indicios pensamos que por el momento conviene señalar algunos:

a) Según las crónicas indígenas, Nezahualcóyotl concibió y propagó cierta concepción sobre lo sagrado, al que llamaba In Tloque yn Nahuaque (12), que puede grosso modo traducirse como « Señor de la Cercanía y de la Lejanía » (13) . En realidad, no se trata de una idea y concepción individual original propia de Nezahualcóyotl, algo absolutamente ridículo en una sociedad tradicional, como sostienen los evolucionistas culturales cuando afirman de que éste había llegado a concebir a un “dios desconocido”, sino más bien éste insistía en la función sustentadora de Ometéotl (2-Dios) (14), de la que probablemente era uno de sus más singulares misionados. Esta función puede también ser considerada como un particular atributo de Ometéotl.

b) Como hemos señalado, Nezahualcóyotl era considerado por sus contemporáneos como siendo “un hijo de los dioses”, “un inmortal poseedor de la intuición suprema” (15). Del mismo modo, desde final del siglo XVI, Fr. Bernardino de Sahagún y Fernando de Alva Ixtlilxochitl, sin más reseña que la otorgada por sus informantes indígenas cristianizados, coinciden en describir a Nezahualcóyotl de manera ambivalente: por un lado, como “el más justo y elevado de los señores” (16) y por otro, como “el más libertino y dominador” de los hombres de su tiempo. Nezahualcóyotl aparece asi bajo dos rostros diferentes;

c) Esta ambivalencia es la típica expresión de un símbolo tradicional, la encontramos en todos los registros míticos orientales y occidentales; a menudo en el mundo amerindio encontramos un animal-símbolo que personifica dicha ambivalencia: se trata del “Coyote” (17). En América del Norte existen más cuentos consagrados al Coyote que a otros personajes míticos (sean plantas, animales, humanos o semi-humanos). Este es representado como « semi-humano o semi-animal », además « el Coyote puede tomar la forma que quiere y reúne en si mismo lo que hay de más sagrado y de más abominable, lo grande y lo pequeño, la fuerza y la debilidad, la alegria y el desamparo, el heroísmo y la cobardía que constituyen la naturaleza humana » (18). Asimismo, el Coyote es « semejante a un dios, aquel que aporta la luz en este mundo… aporta no sólo la luz, sino también el fuego. El Coyote ha puesto en su lugar al sol, a la luna y a las estrellas. El Coyote ha enseñado a los humanos sus diversos modos de vida » (19). En resumen, el Coyote encarna la función de puente-pasador, entre realidades diferentes. Por lo dicho, no debe entonces de extrañar que en el nombre de Nezahualcóyotl (“Coyote que ayuna” o “Coyote hambriento”) se encuentre la marca de su alto estado y función espiritual (20).

d) El estado-función espiritual de Netzahualcóyotl es equivalente al que detentaban ciertos cualificados seres en las antiguas civilizaciones tradicionales orientales y occidentales: Sacerdote-Rey (los faraones del antiguo Egipto, los emperadores chinos, los califas del Islam, los maharajás de la India, los sapan incas del Tawantinsuyu, los shah de Persia, los emperadores y reyes del occidente medieval, los tlatoanis del Anáhuac, etc.). Insistimos sobre un hecho de capital importancia: entre los pueblos y civilizaciones tradicionales de oriente y occidente la fuente primordial de la autoridad espiritual y del poder temporal se encuentra en el dominio suprahumano, igualmente llamado “mundo de los espíritus” o “mundo celeste”; de este procede toda autoridad legítima (21).

Para la mayor parte de eurodescendientes y occidentalizados, impregnados hasta el tuétano de las ideas y concepciones modernas, Nezahualcóyotl fue simplemente alguien que tuvo una visión místico-poética del mundo (22), en cierta forma opuesta a la introducida en el Anáhuac por Tlacaélel. Para otros modernistas, éste fue un artista consumado y un insigne filósofo, pues hizo surgir ideas nuevas y originales (23). Todos estos ignoran que Nezahualcóyotl miraba la Existencia universal a través de la antigua doctrina tradicional tolteca y que además fue capaz de adaptar la enseñanza tradicional tolteca al contexto humano y cíclico en el que vivió.

La composición poética (llamada en náhuatl: iconcuicatl) que presentamos, la hemos tomado de facsímil de la versión original náhuatl que se encuentra en el manuscrito Romances de los Señores de la Nueva España, folios 35r.-36r. Para tal efecto, hemos contado con la valiosa ayuda de nuestro amigo y hermano Tlahuizquetzal Tonatiuh (Ricardo Cervantes Cervantes), quien hizo la traducción del náhuatl al español. Por nuestro lado, hemos realizado ciertos arreglos a esta traducción, especialmente a las expresiones que nos parecían difíciles de comprender. De igual modo, hemos cruzado los arreglos realizados con otras traducciones en lenguas europeas a fin de verificar su pertinencia; de estas traducciones, hemos seguido dos: del náhuatl al francés (Georges Baudot, Nezahualcoyotl: vingt-deux chants tristes du Mexique précolombien, París, Librairie Classique Eugène Belin, 1984, pp. 41-69) y del náhuatl al español (Miguel León-Portilla, Nezahualcóyotl, poesía y pensamiento (1402-1472), Texcoco, Gobierno del Estado de México, 1972, pp. 77-79).

Esperamos que todo esto contribuya a mejor conocer a Nezahualcóyotl, uno de los más grandes sabios y santos del mundo amerindio prehispánico.

Intisunqu Waman
NOTAS

(1)  Sobre Acolhuacan y Texcoco véase, Silver Moon and Michael Ennis, « The view of the Empire from the Altepetl. Nahua Historical and Global Imagination » in Margaret Rich Greer, Walter Mignolo and Maureen Quilligan (ed.), Rereading the Black Legend: the discourses of religious and racial difference in the Renaissance empires, Duke, University of Chicago Press, 2007, chapter eight, pp. 152-156.

(2) Esta regia la mayor parte central del actual territorio mexicano, entre la costa pacífica y la costa del Golfo de México. La Triple Alianza extendió su misión civilizacional sobre una gran parte del Anáhuac: muchos pueblos se aliaron y apoyaron tal proyecto, otros en cambio se declararon independientes y algunos incluso adversarios. Entre estos últimos tenemos a las naciones que se aliaron con los invasores y colonos españoles: tlascaltecas, tarascos, etc.

(3) Los Toltecas (en náhuatl: tōltēcah, lit. “constructores”): eran más un linaje que un pueblo en el sentido moderno del término y desempeñaban una función doble, sacerdotal y guerrera, en el Anáhuac. Su presencia se hizo sentir entre los siglos VII al XI; Tula (Tollan-Xicocotitlan) fue su principal centro sagrado y sede del poder temporal, ésta se encontraba próxima a Teotihuacán, centro sagrado pre-tolteca. Es de subrayar que la influencia tolteca (espiritual y material) se extendió en todos los pueblos del Anáhuac, tanto contemporáneos suyos como ulteriores (tal es el caso de Mayas, Totonacas, Chichimecas, Tlaxcaltecas, Aztecas, etc.).

(4) Sobre su vida véase, Códice Xólotl, láminas 9 y 10; Mapa Quinatzin, lámina 2; Códice Azcatitlán, láminas 15 y 19; Tira de Tepechpan, lámina 10; Relación de Tetzcoco de Juan Bautista Pomar y Anales de Cuauhtitlán.

(5) Su muerte fue lamentada por sus súbditos, tributarios e incluso por sus enemigos, reconociéndole su alto rango espiritual, a tal grado que llegaron a afirmar de que Nezahualcóyotl « ha sido trasladado entre los dioses ».

(6) Es de señalar también que Nezahualcóyotl fundó, no la primera biblioteca —como sostienen habitualmente los nacionalistas mexicanos—, pero quizás si la más grande del Anáhuac. Sobre los miles de códices prehispánicos de esta gran biblioteca y su destrucción por los invasores españoles y aliados véase, Anne-Marie Vié-Wohrer, « Découverte des écritures indigènes au XVIe siècle dans le Mexique central » in Actes: La découverte des langues et des écritures d’Amérique, CIEEIT, México ⁄ Paris, 2001, p. 2: en este estudio dicha especialista afirma que: « La biblioteca de Texcoco, a menudo comparada con la gran biblioteca de Alejandría por sus riquezas culturales, fue quemada [por los españoles] en el año 1520 » (sobre esta destrucción véase también: Relación de Texcoco, III, p. 46, in Relaciones geográficas del siglo XVI, editado por René Acuña, México DF, UNAM/IIA, 1984; y Fernando de Alva Ixtlilxochitl, Obras históricas de don Fernando de Alva Ixtlilxochitl, publicadas y anotadas por Alfredo Chavero, prólogo de J. Ignacio Dávila Garibi, México DF, Editorial Nacional, 1965, vol. I, p. 205 y p. 527).

(7) Es notorio que Nezahualcóyotl era para sus contemporáneos, según las crónicas indígenas, “un hijo de los dioses”, “un inmortal poseedor de la intuición suprema” (Fernando de Alva Ixtlilxochitl, Historia de la nación Chichimeca, cap. XLVI y Compendio histórico del reino de Texcoco, 11ª relación).

(8) Al respecto véase, René Guénon, Autorité spirituelle et pouvoir temporel, Paris, Guy Trédaniel ⁄Éditions Vega, coll. « L’anneau d’or », 1984, chap. II « Fonctions du sacerdoce et de la royauté »; Symboles fondamentaux de la science sacrée, Paris, Gallimard, 1962, chap. « Le symbolisme du pont », pp. 379-382; y, Philippe Walter, « Saint Bénézet et le pont d’Avignon », in Danièle James-Raoul & Claude Thomasset (dir.), Les ponts au Moyen Age, Paris, PUPS, 2006, p. 73.

(9) No está demás insistir en que la forma religiosa propiamente dicha es particular al Occidente y probablemente surgió a partir de los siglos III y IV, en el momento de la “adaptación-instalación” de la tradición cristiana en los territorios europeos del imperio romano).

(10) René Guénon, Autorité spirituelle et pouvoir temporel, op.cit., pp. 29-30.

(11) De moribus et officio episcoporum, III, 9; citado por Philippe Walter, op.cit., ibid.

(12) « Nunca jamás (aunque había muchos ídolos que representaban diferentes dioses) cuando se ofrecía tratar de deidad, [Nezahualcóyotl] los nombraba, ni en general, ni en particular, sino que decía In Tloque yn Nahuaque, Ypalnemoani…» (Fernando de Alva Ixtlilxochitl, Obras Completas, t. II, pp. 243-244; citado por Miguel León-Portilla, La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, México DF, UNAM, 1983, pp.166-167). Anotamos de pasada que Ipal-nemohua-ni, podría traducirse, según Miguel León-Portilla, como “El Vivificante” (véase, op.cit., pp. 164-171), lo que coincide con al-Hayy, uno de los 99 atributos de Allâh según la tradición islámica.

(13) Este atributo se emparenta con la afirmación: « Él es el Primero (al-Awwal) y el Último (al-Âkhir), el Exterior (al-ẓâhir) y el Interior (al-Bâtin) » (Corán, LVII, 3).

(14) Las doctrinas occidentales, ancestrales y modernas, son insuficientes para traducir correctamente las ideas y conceptos metafísicas de las tradiciones amerindias en general y del Anáhuac en particular: asi, Ometéotl es a menudo traducido, inclusive por los indianistas, como si se tratara de un “dios-doble”. Según los sabios nahuas contemporáneos, se trata del Ser Universal antes de su polarización (algunos lo llaman “la paridad suprema”): éste es la Unidad que encierra en sí misma la primera dualidad: “esencia” (Ometecutli, Señor de la Dualidad) y “substancia” (Omecíhuatl, Señora de la Dualidad). Entonces no debe confundirse al Ser Universal (Ometéotl), llamado Ishwara en la tradición hindú, con el Principio supremo, que es incondicionado y sin nombre, el cual nunca fue representado en imagen. Sin embargo, hay que indicar que la gente ordinaria del Anáhuac en general y de los territorios de la Triple Alianza en particular se adherían a los las personificaciones de los atributos divinos o aspectos particulares de Ometéotl (según sostienen Alfonso Caso, Pueblo del Sol, México, FCE, 1953, p. 16 y Miguel León-Portilla, op.cit, cap. III). A estos aspectos particulares de Ometéotl, los invasores y colonizadores españoles de mentalidad judeocristiana, los clasificaron como “los dioses de los indios”. Es de notar, asimismo que los sacerdotes y sabios (tlamatinime) abrazaban la doctrina de la no-dualidad del Principio supremo.

(15) A propósito de esta “intuición suprema”, Nezahualcóyotl señaló —según Fernando de Alva Ixtlilxochitl en su Relación de la venida de los españoles y principio de la ley evangélica, ítem 3— que en el año de Ce Ácatl, Caña-1, es decir 1519, los “señores de la oscuridad” vendrán del Oriente a destruir el imperio chichimeca, in Fr. Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, México DF, Editorial Porrúa, Colección « Sepan cuantos… », 1999, p. 825. No está demás agregar que esta profecía se cumplió exactamente.

(16) Fernando de Alva Ixtlilxochitl, Obras Históricas, edición, estudio introductorio y un apéndice documental por Edmundo O’Gorman, México DF, UNAM, 1997, Tomo I, pp. 272-273.

(17) Según el Texto de las Pirámides, Anubis (“aquel que tiene la cabeza de chacal [coyote africano]”), quien es hijo y hermano de Osiris, se encarga de guiar y proteger a los difuntos en su pasaje por el reino de los muertos. En la tradición de los Dogón (Mali, África) encontramos que el “chacal o zorro pálido” cumple igualmente la función de pasador de difuntos hacia el otro mundo (al respecto véase, Ugo Bianchi, « Seth, Osiris et l’ethnographie », Revue de l’histoire des religions, 1971, vol. 179, No. 2, pp. 113-135). Cabe señalar también que actualmente existen individuos en México, la mayor parte astutos bandidos y pocas veces “leales guías”, quienes realizan la “función de pasadores clandestinos de individuos entre las fronteras de México y EEUU”; éstos son apodados “coyotes”. Señalamos esto a modo de simple ilustración para mostrar la continuidad, ciertamente en el mundo crepuscular en el cual vivimos, del mismo símbolo-animal.

(18) Richard Erdoes & Alfonso Ortiz, Et Coyote créa le monde. Mythes et légendes des Indiens d’Amérique du Nord, Paris, Albin Michel, coll. « Terre Indienne », 2000, p. 10.

(19) Ibid., pp. 10-11.

(20)  En las sociedades tradicionales el nombre que porta un individuo expresa no sólo un patronímico genético-cultural sino además su particular estado del ser.

(21) Es evidente que nadie puede dar lo que no tiene, sin embargo, en las sociedades modernas ocurre que los que no tienen ningún poder, nos referimos a eso que sociológicamente se llama “pueblo”, se les ha creado la ilusión que son “la fuente de poder” y que incluso son capaces de transferirlo a sus representantes mediante el “sufragio universal”. Esta parodia es hecha a fin de legitimar el poder que usufructúa la llamada “clase política”: gracias al voto de las masas, al poder del fusil (las revoluciones armadas), al poder coercitivo-persuasivo-retributivo de la sociedad civil, etc.

(22) Estos frecuentemente creen a priori que la “realidad” es el sólo mundo sensible o corporal, para lo cual recurren a la ciencia moderna; son incapaces de concebir los estados no-manifestables y estados manifestables de la manifestación universal.

(23) Al respecto véase, Eduardo Harada, « Por fin lo comprende mi corazón: Nezahualcóyotl, “Papagayo de gran cabeza” », Magister, No. 125-126, enero-febrero de 2005, pp. 25-39. Este autor, como la mayor parte de eurodescendientes y occidentalizados, tiene un horizonte intelectual que le sirve como modelo y marco de referencia, el occidental moderno, al cual otorga un criterio de “validez universal”. Pese a las reservas que tenemos respecto a las pretensiones de Harada, sin embargo éste afirma algo que nos parece de interés: « la filosofía, como muchas otras cosas, buenas y malas, fue traída o, según algunos, impuesta, a los mexicanos por la Conquista. Antes [en la época prehispánica] existía “sabiduría” o diversas formas de “saber” que no pueden ser consideradas como filosóficas, pues no estaban claramente separadas de la religión y del mito y no buscaban una explicación natural de las cosas desde el punto de vista de la pura razón humana » (art.cit., nota iii). En efecto, se trataba esencialmente de un saber de origen suprahumano y no del resultado de “especulaciones filosóficas”.






SÓLO VIVIMOS EN TUS PINTURAS…


¡Oh, Autor de la Vida

que con flores escribes!

¡Oh, Tú que con cantos das color

a quienes van a vivir en este bajo mundo!

Luego destruirás a águilas y jaguares.

¡Sólo en tus pinturas vivimos,

aquí en este bajo mundo! Con tinta negra borraras

lo que fue la hermandad, la comunidad…

¡ah, igualmente a la asamblea de los señores!

¡Tú dibujas y coloreas

a los que van a vivir en este bajo mundo!

Luego destruirás a águilas y jaguares.



¡Sólo en tus pinturas

vivimos, aquí en este bajo mundo! Sobre este petate de plumas de quetzal,

en este cofre de jades preciosos,

¡Oh vosotros señores!


Somos únicos nosotros los hombres,

mortales y sin repetir.

de cuatro en cuatro nosotros los hombres,

todos habremos de irnos,

todos habremos de morir en este mundo!

Entiende tan sólo este secreto,

lo que trajiste al cofre.

¡Ah, señores!

Así somos hechos,

somos mortales.

¡De cuatro en cuatro nosotros los hombres,

todos habremos de irnos,

todos habremos de morir en este bajo mundo!

Nadie se volverá un jade precioso,

nadie conseguirá esto

¡algo para guardar por siempre en este bajo mundo!

Todos partiremos del mismo modo.

Nadie se quedará,

todos desaparecerán,

todos partiremos del mismo modo

a Su morada.

Como una pintura

nos iremos borrando,

Como una flor

nos iremos marchitando,

aquí en este bajo mundo.

Como vestidura de plumas de quetzal,

como el ave zacuán de patas doradas,

de cuello de color turquesa,

nos iremos borrando…

Nos iremos a Su morada. Hasta allí ha llegado,

quien amontona piedad

este vive en ella.

¡No lloren en vano,

águilas y jaguares!

¡Aquí tan sólo desapareceremos;

nadie va a quedarse!

¡Compréndanlo Señores

águilas y jaguares!

Aunque ustedes fueran jades preciosos,

aunque ustedes fueran de oro,

también ustedes habrán de irse allá,

allá donde residen los que no tienen carnes.

¡Tan sólo desapareceremos;

nadie va a quedarse en este bajo mundo!

Nezahualcóyotl (1402-1472)

(Publicado en la revista semestral de estudios tradicionales Serpiente Emplumada,  Año 3, No. 2, Lima-Peru, Solsticio de Verano Austral 2009, pp. )